10.3.09

CORSO DE CARNAVAL

Eran casi las ocho de la madrugada cuando mi padre vino con un vaso con agua y lo esparció en la cara para poder levantarme. Era lunes y las energías del carnaval se habían ido un poco, la leve resaca del domingo hacia que las sabanas se prendan de mí, no dejándome escapar.

El tráfico estaba demasiado saturado, las calles cerradas y las vías de acceso rápido estaban totalmente ocupadas por la gran multitud cajamarquina que se daba lugar para ver el grandioso corso. La mayoría sentados en unos graderíos de madera (no muy seguros, en algunos años han ocurrido algunos accidentes) y algunos de metal (muy pocos). Y atrás de estos graderíos se habían instalado unos camiones que normalmente no se ven en Cajamarca, en ellos se albergaban muchas personas.

Al fin habíamos llegado al sitio donde ya desde hace tres semanas atrás, habíamos separado para poder divisar de cerca el espectáculo. Todas las personas se encontraban arreglando como mojando a todos aquellos que transitaban por allí.

Eran justo las 11 de la mañana cuando una sirena comenzó a sonar, era el comienzo del corso, todos estaban a la expectativa de lo que iban a ver. Nuevas cosas, disfraces nuevos, nuevas reinas, más empresas, menos ministerios, etc.

Todo había sido muy tranquilo, casi no hubo sorpresas que dejasen boquiabiertos a los espectadores, pero en fin, era el gran corso del carnaval.

Pasó el último barrio que desfilaba, tras ellos personas que de alguna manera hacen el trabajo que cada ciudadano debería hacer. Pasaban los barrenderos limpiando toda la diversión del corso, sudando la gota gorda en todo el recorrido que algunas personas lo hacen bailando, pues ellos lo hacen trabajando.

Les pongo algunas fotografías que tomé ese día...














































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